Celebrar la vida en Colombia
Por: Valeria Villaseñor
Un país que enamora con su belleza e invita a ser agradecido
Llegué a esta tierra bajo el pesado estigma que este país ha tenido que cargar desde hace varios años.
Contraria a las advertencias de muchos, decidí embarcarme en una aventura por el país que encabeza la punta norte de Sudamérica.
Llena de temores de que estas advertencias fueran ciertas llegué a la tan “peligrosa” Colombia.
¿Cómo es que, a cualquier hora del día, sin importar el día de la semana, los colombianos podían estar de fiesta?
¡Esa facilidad de celebrar la vida fue una actitud de la cual me contagie rápidamente!
Descubrí los peligros de sus sabores, esas exóticas frutas tropicales. Tantos y tantos sabores nuevos por experimentar.
Me maravillé con la amplia gama de sus colores y me sorprendí con la belleza de sus paisajes.
Me abrigué del frío en Bogotá con un “aguapanela” y me refresqué del calor en Cartagena con un jugo de “lulo”.
Pero, sobre todo, encontré el verdadero amor en su gente. Esa que siempre tiene una sonrisa para regalarte, una mano para extenderte, un abrazo cálido que regalarte.
Ciudad de contrastes
Me mudé a Bogotá; una ciudad fría por su clima, pero no por su gente. Encontré muchas similitudes con la Ciudad de México, que al ser también una capital, comparte el caos del transmilenio y la contaminación, como también la amplia variedad de actividades que tiene por ofrecer.
Bien dicen los “cachacos, rolos y/o bogotanos”, a esta ciudad se le ama o se le odia. Y es que, aunque en un principio Bogotá puede ser complicada, sin duda es como un platillo al que merece darle una segunda cucharada para encontrarle la exquisitez.
Por ejemplo, a diferencia del resto de los colombianos, los rolos son un poco más distantes y más fríos, y no es que se deba a que vivan en una ciudad con un clima así (bueno, en parte sí), sino que la dinámica de la vida en la capital siempre será más apresurada que en la provincia.
A diferencia de Bogotá, Medellín es un poco más tranquila. Al ser la segunda ciudad más grande de Colombia, conserva ese estilo urbano con un toque cosmopolita. A decir verdad, podría fácilmente hacer la comparación de Bogotá y Ciudad de México a lo que es Medellín y Guadalajara.
La ciudad de las flores, como es popularmente conocida, hace honor a este nombramiento; pues contrario a la capital en esta región se vive la eterna primavera.
Debido a su clima, su excelente servicio de transporte público y la belleza arquitectónica de sus edificios contemporáneos, la gente de este lado es mucho más relajada.
Museos, centros culturales y comerciales de primer nivel; ¡ah! y además cuentan con una de las zonas más amplias de todo Latinoamérica para salir una noche de rumba: el parque Lleras.
Medellín forma parte del conocido eje cafetero, famoso a nivel mundial por sus increíbles paisajes que dejan a quien los visite sin palabras; pero más aún por su café.
Tuve la oportunidad de conocer sus campos de café y aprender del laborioso trabajo que conlleva la realización de esta deliciosa bebida, una oportunidad que no puede dejarse hacerse si se está en el país.
Tesoros naturales
Ahora que si lo que se busca es algo más tropical, nada como las playas del Atlántico. Tantas eran las buenas recomendaciones de la belleza de estos sitios que, en mi caso, decidí hacer un viaje en carretera bordeando toda la orilla del mar; desde la ciudad de Barranquilla hasta el inhabitable desierto colombiano de la Guajira.
Cartagena fue uno de los sitios que más atesoro en mi corazón. Pese al intenso calor que se vive, la ciudad; que aún conserva ese toque colonial, es digna de caminarse.
Visitar su fuerte y sus casonas, sus portales y sus plazoletas; es sentirse como en otra época.
Conocí Santa Marta, la parada habitual antes de llegar al Parque Nacional Natural del Tayrona, uno de los orgullos más grandes de los colombianos, y es que esta jungla tan biodiversa hace sentir a los que la visitan como un explorador que pisa tierra virgen por primera vez.
Tuve la oportunidad de acampar en un hostal a pasos de la playa, ¡una inolvidable experiencia!
Despertar en una cama a pocos pasos del mar, con platos de frutas exóticas y deliciosas. Disfrutar de las saladas olas del mar y las dulces aguas de sus impresionantes cascadas nos hizo sentirnos agradecidos con este lugar.
Después de haber visitado este maravilloso sitio, uno nunca se imaginaria que este país tiene un amplio desierto… sí, tal y como las imágenes del Sahara, Colombia tiene montañas y montañas de arena en las cuales surfear y donde uno se siente en medio de la nada.
Alejada de la civilización, visitar la Guajira y tener como anfitrión a los indígenas wayuu fue el cierre perfecto de mi viaje. En un campamento, en una hamaca como refugio para el sueño, bajo el cielo más estrellado pienso en que las advertencias eran ciertas, Colombia es un lugar peligroso. Y es que no tuvieron que pasar muchos meses para que mis temores fueran confirmados, el peligro de esta tierra es que te enamores de ella y no quieras irte jamás.
Como dice Carlos Vives en una canción: “Colombia patria querida, te llevo en mi corazón”.
¿Dónde comer?
Casa Vieja (Cra. 6a #117-35, Bogotá, Colombia). T/: +57 1 2133246.
¿Qué hacer?
La Guajira (A 8 horas en auto o camión saliendo de Cartagena).
¿Dónde dormir?
Hotel Habitel (Av. El Dorado #100-97, Bogotá, Cundinamarca, Colombia).
Lleva contigo:
Tu pasaporte con mínimo seis meses de validez.
Ropa cómoda.
Impermeable.
Lentes de sol y bloqueador.
Necesitarás un adaptador eléctrico de tipo A/B para cargar las baterías.
Tip de viaje:
La gente es muy cálida, por lo que siempre tendrá una respuesta a tus dudas. Te dejas cinco palabras son diferentes entre Colombia y México: farmacia (droguería), cambio en efectivo (menudo), pagar (cancelar), rentar (arrendar), café negro (tinto).