Mérida

Comenzando el trayecto, con grandes expectativas hacia la Ciudad de Mérida; con la memoria llena de anécdotas contadas por amigos y familiares, y versos de canciones, me subí al avión.

Viajando a las tierras colonizadas por españoles, a las tierras espirituales de los Mayas, a esas tierras que marcaron el cambio cultural de las américas y a las que, desde la escuela primaria, nuestros maestros nos llevaron de viaje a la época de la Conquista, donde existía la abundancia en cultura, alimentos y costumbres, dando siempre énfasis en el conflicto de cosmovisión entre estos dos mundos.

Pues con esto en mente, arribo a la Península de Yucatán, viendo desde la ventana del avión una vastedad de selva con todo tipo de verdes haciendo contrastes con el azul del mar caribe y la arena clara.

Desde el arribo se sienten estos aires llenos de cultura, olores y colores que siempre nos hacen sentir cierta mexicanidad. Escuchando hablar a la gente local en la terminal del aeropuerto, se crea una transición a un lugar con una particularidad irreproducible. En mi traslado al hotel, el chofer del taxi me da una introducción por las calles de su querida Mérida, platicando sobre la gran variedad de sitios de interés, que por momentos me distraía por el gran arbolado de sus calles y por una similitud que sentí con las avenidas que alguna vez transité en la Habana.

Una vez instalado en mi hotel, decidí aprovechar el tiempo y me lancé a la cantina “La Negrita”, un lugar con aires caribeños, con barra para tomar, mesas en terraza, música en vivo y un menú sencillo, con cervezas artesanales para acompañar. Después de disfrutar un rato, continúe mi camino por la calle 60 hacia el sur, caminando enmedio de los colores en las fachadas, pasando por la Rectoría -El Jesús, una iglesia que en algún tiempo de su vida fue universidad de los Jesuitas. La calle 60 con grandes jardines, plazas a su alrededor y banquetas amplias que invitan a la gente a recorrer la capital yucateca.

En el centro de Mérida yace la primera catedral levantada en América sobre tierra firme, y la más antigua. Con un estilo renacentista en su fachada, destaca la puerta del perdón, con imágenes de San Pedro y San Pablo; en su interior intimida la austeridad, la altura de sus bóvedas y el tamaño de su nave principal. En el altar se encuentra la imagen del Cristo crucificado, conocido como el “Cristo de la Unidad”, considerada la imagen de Cristo crucificado de madera más grande bajo techo que existe.
A contra esquina de la catedral, se encuentra el Palacio de gobierno, un edificio que antes de la Independencia tenía el fin en albergar familias reales, por la cercanía al Parque Plaza Grande y a la Casa Montejo. En el interior del edificio se encuentra el Salón de la Historia, un espacio que traslada a épocas del porfiriato por la elegancia, la amplitud y sus refinados candelabros. Además de que es un salón donde se representa la historia de Yucatán mediante grandes pinturas realizadas por Fernando Castro Pacheco, y murales de los corredores superiores e inferiores del Palacio.

Aprovechando el atardecer en el Parque Plaza Grande, me senté en una de las bancas tradicionales llamadas “tú y yo”, instaladas desde principios del siglo XX; peculiares bancas para dos personas que están hechas de una sola pieza, sin posibilidad de tener contacto más que visual; se dice que fueron hechas en tiempos en los que no se podía abrazar en público.
mi pareja de banca era Nicté, mujer proveniente del pueblo de Cheumán, de nombre maya que significa “lugar donde se compra”, Nicté comentó que habría un espectáculo de luces, baile e historia frente a la Casa Montejo, por lo cual no perdí tiempo y me dirigí allí de inmediato.

Francisco de Montejo fue quien recibió de la Corona Española la tarea de colonizar la Península de Yucatán; en una representación teatral frente a su casa, narran una breve historia sobre su conquista, en ella hay un mapping sobre su fachada describiendo cada elemento arquitectónico y la relación que tenía con los Montejo. Al final, un baile típico de la región despide esta presentación que se hace los sábados por la noche, bajo el nombre de “Encuentro con Francisco Montejo. Diálogos del Conquistador”.

Termine el día cenando en “Mercado 60” descrito como un mercado gastronómico y cultural de la ciudad, inaugurado en marzo de este año. Recibiendo a los comensales con música Big jazz band, bancas de picnic, luces que colgaban de lado a lado; un escenario con extranjeros bailando al mero freestyle y 13 variedades de cocinas creaban una atmósfera de callejón nocturno lleno de vida estilo Brooklyn. Una excelente opción para pasar una noche con excelentes propuestas culinarias, cocteles, una buena plática y rica música.

A solo 2 horas de Mérida, se encuentra el pueblo mágico de Valladolid; una ciudad colonial pintoresca, con barrios de gran majestuosidad y belleza. Muy cercana a Cancún y a 26 kms de la zona arqueología Ek-Balam. La iglesia de San Servacio, en el Centro de la ciudad, cuya fachada alguna vez miró al poniente, como la generalidad de los templos yucatecos de la época colonial edificados con sus fachadas dirigidas hacia Roma. Esta fue demolida y vuelta a construir para que su ingreso fuera frente al parque central de la ciudad. El Museo San Roque es un must para conocer la historia de la ciudad y sus alrededores; Ronalina Mendoza, asistente del arqueólogo del museo, es la encargada de trasladarte a un viaje en el tiempo entre historias y descripciones de las piezas del lugar.
Saliendo del museo conocí a Francisco Alcocer, nativo de Valladolid y erudito en historia. Me recomendó ir al Ex convento de San Bernardino y preguntar por Cipriano, el sacristán del lugar, para que pudiera tener acceso a una parte cerrada al páblico.
Tomando en cuenta su consejo, me dirigí al Ex convento, un lugar con un gran jardín central, capillas laterales y una fachada extensa en la que por las noches proyectan su historia. Existe la posibilidad de entrar por un costado a la parte posterior en donde se encuentra un cenote, la segunda noria mas grande de Yucatán, unos  patios centrales de color mamey difíciles de olvidar, grandes corredores que conectaban cuartos con los comedores y a su vez a las capillas.

AL tercer día, de regreso en Mérida, tuve mi ultima parada gastronómica en Parque Santa Lucía, un conjunto de restaurantes de alta cocina vinculados por portales arqueados. Existen varias opciones para comer o cenar y disfrutar de las tradicionales serenatas yucatecas en este parque lleno de folclore, trova y sentimientos. Se recomienda hacer reservación con anticipación para disfrutar de una mesa al aire libre y deleitarse con la riqueza de la cultura yucateca.

Indiscutiblemente, Mérida es esa ciudad mística de la que tanto se habla, pero no es hasta que la visitas cuando te envuelve y no te quieres despedir. Conocí grandes personas, riquísimos sabores de su gastronomía y tuve impresionantes experiencias. Me quedo con ganas de volver. Recorrer sus calles. Seguir aprendiendo de la historia de esta hermosa ciudad e invitarte a descubrir todo lo mágico que tiene para ofrecer la hermosa Mérida.

Por: Erick D. Lozano


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